lunes, 28 de noviembre de 2011

La necesidad de tierra firme sea como sea

El ser humano tiende a ser fácil presa de una confusión un tanto inevitable (aunque de la que puede tomar cierta distancia si es capaz de dejar ante el Infierno de la Lucidez... "toda vileza"); se trata a mi entender de la que toma como valor absoluto una necesidad imperiosa de la facultad reflexiva (su carácter instintivo), la de pisar sobre terreno firme para avanzar en los hechos, en última instancia, por mor del mecanismo "supervivencial" al que obedece. Esta necesidad de tratar al mundo en términos "reales" con el fin de obtener resultados también "reales" es desde mi punto de vista inevitable, más allá de cualesquiera que sean los intentos de fundar una explicación teórica del mundo. Es más, a fin de cuentas, el primer término de la asunsión (ontológica) es la única que permite obtener los resultados reales (operativos) del segundo término, ya que las vocaciones relativistas, subjetivistas o idealistas, conducen sólo a la parálisis, siempre en un sentido puramente hipotético, dado a su vez que esas vocaciones y especulaciones se niegan a sí mismas en la práctica cotidiana, en el vivir, sea de manera histriónica o hipócrita, volviéndose de ese modo inasumibles y en el mejor de los casos, meramente especulativas (en realidad, yo les atribuyo una función práctica y política que exige esas señales identitarias como parte del modo supervivencial asumido por sus defensores teóricos).

Un buen ejemplo que nos lo ofrece el artículo "The collapse of the Tower of Financial Babel" que me servirá de base para unos apuntes que se reiteran un poco y van algo más lejos de su marco y de sus contenidos inmediatos.

Pretendiendo dar una explicación del uso ambiguo y encubridor de los términos técnicos que emplean en relación a la crisis financiera actual los especialistas en Economía (que de buenas a primeras, como en un acto de prestidigitación, pasan a ser... "los hombres" en general), el artículo resume la cuestión apoyándose en Derrida, es decir, ampliando momentáneamente el marco puramente economicista al que parecía querer circunscribirse y al que por fin regresa... armado con lo que yo llamaría "un digesto de teoría" y una apelación a la "autoridad teórica"; esa referenciación por antonomasia que practican los intelectuales de segunda fila de Occidente para "signar" de "serias" sus especulaciones inmediatistas (alter ego de los slogans políticos tácticistas). En esa línea resume:
 Derrida's Deconstruction takes a microscope to these signs, not to figure out what they truly mean or how to destroy their meaning, but to show how their meanings are naturally unraveling in the depths of our minds. Entire theories and academic arguments can be toppled by the context in which their signs are used, as that context may reveal any number of internal contradictions and circular, self-referential "terms of art".
Ahora bien, aquí los "problemas" (reducidos a los del lenguaje), son apreciados (a pesar de todo; esto es, de ser el hablante otro "generador de signos" de la misma especie que los "analizados") como "desde fuera" , o sea, son "objetivados", y "desde" esa atalaya autoerigida son vistos como parcialmente "artificial" (¡nunca del todo!) y las acciones humanas como "espectáculo" (¡nunca por completo!)

Los calificativos son en cierto modo rescatables para mí, que los uso haciendo en cierto modo "lo mismo". Ciertamente, sería, insisto, imposible hacer algo totalmente distinto (que sería estar realmente "fuera del mundo" y abstenerse en consecuencia no sólo de hacer política sino... de vivir). Como he dicho al comienzo, entiendo que no hay otro modo más que el de "enjuiciar" y ello sólo es posible realizando  "objetivaciones", esto es, situando la mente "por encima" y "por separado" de lo juzgado: eso que se experimenta como "el mundo" -que sería, por decirlo un tanto vagamente, "lo que me afecta y me determina"... a actuar, a dirigirme a, a tomar de, a apropiarme, etc.)

Sin embargo, hay una línea que sigue separando discursos "iluminadores" y "restauradores" de mis "anti-juicios".

Así, es MUY lógico que "otros grupos" vean las cosas como de hecho más que de derecho bien señala el artículo acto seguido:
Derrida's critics may claim that he is sitting comfortably in an ivory tower of "nihilistic" philosophy, willfully ignoring the plain-as-day "objective" meanings communicated by people in the "real world" on a regular basis. It is indeed counter-intuitive to think that what typically passes as "normal" social interaction or communication in our world is actually an elaborate, yet feeble sandcastle, patiently waiting for its moment to be washed back into the sea. That, however, is exactly the dynamic which we see in modern society.
Esto pone de manifiesto el verdadero problema: no hay un punto de vista Universal ni lo puede haber, y cada grupo necesita adoptar su propio discurso al margen de que sea o no "falso" si se mira desde la acera del "otro", lo que resultará igualmente falso para el primero. Es más: los "puntos de vista universales" deben ser sintetizados al grado de la consigna, del dogma y del slogan, y ganan su universalidad imponiéndose por la fuerza y/o el peso de las instituciones... de fuerza.

Sin embargo, hay "objetividades" que nadie se equivoca al tenerlas en cuenta (esto sin considerar los los errores inducidos por la toma limitada de datos o también la imposición de las inercias -ideología adoptada, intereses a los que se está atado, tradición, modales adoptados, moral, dogmas, etc.-) Si "explicamos" la genealogía del grupo y el vínculo causal que guardan con ella sus discursos... podemos comprender, hasta cierto punto y desde nuestro propio enfoque, qué se dice, y hasta por qué se dice del modo en que se dice... Es decir, podemos traducir, con lo que Babel sería superada... Claro que hasta cierto punto: un punto que no es emancipador ni superador ni siquiera clarificador de nada... "para todo el mundo" (¿quién haría de árbitro?), sino que sólo reafirmará nuestro discurso y nos llevará por el camino que ya seguíamos hasta el siguiente obstáculo "real", debido al resultado de las interacciones presentes. Pero ello es operativo... aunque en un sentido parcial, al estar sujeto a esas interacciones que se manifiestan como presiones y acciones producidas por las marchas de todos a la vez (y del movimiento de lo no animado incluso). Los problemas, pues, no están en lo que parezca (a uno o a otro) que se quiere decir sino en lo que resulta ser se diga o no lo que se diga, incluyendo lo que se dice, lo que se oculta, lo que se emboza, lo que uno cree, etc.: lo que se puede "reproducir" en el laboratorio de la Historia y que por ello puede es objetivo con una u otra piel.

El artículo, sin duda, permite al menos dos lecturas globalmente hablando: la mía (dejémoslo como un supuesto por ahora) y la que está signada en una u otra medida por la óptica de uno u otro grupo de los existentes (la masa de grupos sobre todo los orgánicos o no sólo "teóricos" -base en muchos y determinados casos de procesos que concluyen en organización o la simentan-) caracterizados por considerase respectivamente capaces de "actuar" de manera decisiva, o de "influir" de manera decisiva, en la dirección que cree será más favorable a su manera de vivir (esto es sin duda una mezcla de ideales e intereses, de ingenuidades, ilusiones omnipotentes, deseos de conservación y aumento, deseos también destructivos y autodestructivos, culpas y tabúes, etc., que confluyen en el seno del grupo subordinándose a ese "algo" que parece un cierto "programa de mínimos" o algo así: la bandera, el color, la gran meta, etc., que son "señas de identidad" alcanzadas y/o adoptadas y/o infectadas por los individuos). En este conjunto está incluida la lectura del articulista. Y lo que es interesante de observar es el germen que da lugar a esa conformación grupal, a ese llamado identitario, al reclamo o exigencia de que se hace eco y que pide de hecho "restaurar la racionalidad", es decir, la suya, en tanto no puede seguirlo soportando. Y esto conduce a la opción filotiránica de la que he hablado muchas veces, una opción que ciertas idiosincrasias no pueden evitar elegir, a las que ciertos perfiles socio-profesionales se ven constreñidos para no perecer... y que está de todos modos en lo propiamente humano y en lo biológico en general, sea con los matices y la imperfección que sea.

Porque, así como hay unos grupos... estamos los que (sin lazos orgánicos... ¿por ahora pero quizás nunca) queremos, "hoy", "otra cosa", "otro mundo", en todo caso, el "real"y "actual" reformado para contener el menor número de molestias posible para "nosotros" que, en fin, "somos otra cosa", "otra humanidad", "otra manada". (Y preciso al margen: que creamos poder ser nosotros mismos quienes lo consigamos o sea vaya a saberse quién o quiénes "nos" proveerán o "donarán" ese mundo y/o esas reformas, apunta a un segundo pero muy importante plano, que también conforma la idiosincrasia del individuo en cada caso en el terreno de sus "grandes esperanzas".)

Aunque no le de ese nombre, el artículo habla de manera casi explícita de una neolengua que se estaría imponendo de manera especialmente significativa (tal vez, para el articulista, "desde hace poco tiempo", y para mí, como signo, si cabe, de la época). Una neolengua en un sentido cada vez más orweliano, que responde como ella a una táctica en constante cambio o adaptación... aunque ésta se aplique sólo al juego de la mentira, que a su vez respondería a una estrategia de conservación del poder de una manera inescrupulosa in extremis (en este sentido, a lo que se refieren los que la juzgan "sin moral" o "sin valores" o "sin principios" o "sin coherencia intelectual" según sea el caso, más allá de que, como es lógico, cada cual se refiera a los "valores" o "principios" propios y, además, mientras los que juzgan así hagan en alguna medida, más circunspecta si acaso, el mismo juego).

¡Tómese nota de que, como es obvio, esta última descripción mía ya está incurriendo, con su enunciación, en el enjuiciamiento valorativo y en una identificación en contra del mundo que se abre paso a tenor de la práctica que denuncia! ¡Ello, claro, descubre mi rechazo excéntrico hacia la burocratización pero también ciertas recaídas nostálgicas residuales, cierto deseo de algo más de tolerabilidad!

Ahora bien, yo sostengo que el articulista y todos os intelectuales adolescemos de una conducta como ésa, y que ello se debe a nuestra idiosincrasia, a nuestro perfil socio-profesional. Incluso, que es algo básicamente humano, un componente inseparable de lo reflexivo y consecuencia de su perplejidad, que sin embargo pasa a segundo plano cuando se tienen otras armas con las que se está más seguro, más confiado en uno mismo (el caso de las masas, el de los delincuentes, el de los burócratas, el de los deportistas, etc., etc.)

La "neolengua ultra-adaptable" y "ultra-reformable" de "valor/uso y fundamento táctico" que se ha ido haciendo, consolidando, extendiendo y valorándose positivamente hasta un grado que a algunos todavía nos abruma, es un resultado sin embargo propio del lenguaje humano, donde la trampa y la mentira son armas inextirpables. Que hoy haya llegado a un grado tan considerable de depuración, de institucionalización y organización, de formalización para la transmisión, etc., siguiendo no obstante las reglas propias del "discurso" y del "mito", es para mí la contrafaz de la burocratización, a cuyas élites les va como anillo al dedo (tal vez por eso se ha llegado hasta aquí y aún se pueda ir más lejos... hasta el caos... ¿y la posterior resurrección?). Ello sólo evidencia cómo la lengua y el punto de vista podrá llegar a ser dominante en tanto sirva a la solidez y perdurabilidad relativas de la sociedad a la que responde, una sociedad donde los fuertes son los que asaltaron sus medios de poder de modo que los débiles lo aceptan... o sean extirpados en cuanto florecen, dando lugar a una prole de las características adecuadas a la dominación. Y entiéndase esto como una simplificación teórica, ya que en cada caso, la conformación de este proceso ha sido, es y será muy compleja y localmente específica. Y también de compleja descripción en el detalle (incluso porque el lenguaje tiene una función que se opone a la inoperancia del no-juicio y de la no-grupalidad que presupondría).

Está en el orden de las cosas: el proceso de complejización que encuentra su punto de arranque paradigmático (dentro de los marcos de su propia Historia) en el tiempo en que se estableciera la "fragmentación social" nacida del aumento y diversificación de la población que desborda el marco de la manada, luego el de la jefatura-sabia, etc. (proceso intervinculado y retroalimentado en sus origenes a los comienzos de la domesticación de los seres inferiores).

Ahora bien, volviendo a puntualizar entre paréntesis: esta narrativa NO es pura mentira ni tampoco Verdad que pueda ser "de todos" (universal, absoluta, aunque no por no reflejar la dinámica real sino porque la dinámica real la tiene que rechazar el discurso que la sostiene so pena de desaparecer en los términos planteados, conformados, producidos...). Esta narrativa, además, no puede proponer nada a nadie ya que se sabe incapaz de imponer (sabe que el discurso no convencerá y que la fuerza le es inaccesible además de repugnante, ya que su conciencia le niega protagonismo -sabe y siente, en fin, que nunca pudo imponerse, ni con los trucos de la filosofía en los que ésta confió por una ingenuidad "necesaria", es decir, por respeto al propio ego, a la propia conformación socio-profesional-; y, por otra parte, se cava la propia fosa al decirle "al otro" de manera explícita y formal que no se atribuye derecho alguno a imponerle nada, que NO tiene de su parte a La Razón -un "absoluto"- ni a un Dios más metafísico -otro "absoluto" no siempre contrapuesto al primero, como ya se sabe- en torno al cual pudiera realizar una campaña de proselitismo (o educación), y que, incluso, entiende, y trata de que el otro comprenda, por la vía de la lógica y el peso de las evidencias, abriendo los oídos,... a su voz y pensamiento, al menos (aunque sin conseguirlo aquí tampoco) para escuchar la parte del discurso que pretendería explicarle por qué tiene todo el derecho, en su búsqueda de una salida para su realidad, a oponerse a la inculcación que a fin de cuentas se deriva de la exposición y discusión lógica que le dedica mi discurso, en definitiva sin sentido; que no podrá evitar rechazarlo, que sólo parcialmente podría oírlo y que, incluso, se quedaría con los recortes apropiados tergiversando de ese modo su sentido en beneficio de su propio discurso. De cualquier otra manera acabaría capitulando, rindiéndose al atractivo del ejercicio del poder, de placer que satisface a los tiranos y sacerdotes que consiste en tener súbditos y/o seguidores. Este discurso ha concluido que, por poco que se juegue al proselitismo se incia una andadura burocrática y prefiere la coherencia en soledad al calor superficial de la multitud (ese que elige el Goetz de Sartre en "El diablo y dios").

Sueña, pues, a lo sumo, juega, con la posibilidad utópica de la propia tiranía, que gustosamente impondría (no necesariamente por la fuerza) al mundo... si mágicamente pudiera... y sin ensuciarme... Incluso sintiendo que no sabría muy bien qué hacer con ella para acabar... autotergiversándose y autodeslegitimándose), y no da pasos ciertos en tal sentido (a lo sumo, sería capaz de tener UN único discípulo... que llevaría al suicidio o a promoverlo...). Es un Sócrates con la conciencia de un Aristófanes que se burla de su propia conducta.

Bastante lejos llega el articulista al decir:
It's about why every such iteration of the latest grand master plan will perpetually fail to provide any coherent and comprehensible "solutions" for our global economic predicament.
Claro que... presuponiendo que él mismo sí podría elaborar un discurso no sólo coherente, sino coherente para todo el mundo... es decir, "absoluto".

El artículo hace referencia a Papandreu en tanto que paradigma del fenómeno, y analiza su jugada. Pero, no la ve como la jugada del jefe de una camarilla sin escrúpulos que se debe sólo a la propia banda de ladrones a la que pertenece. Y el por qué nos debería decir mucho. ¿No nos está acaso repitiendo de una nueva manera la cantinela de que cabría esperar La Verdad y La Razón de una especie de burocracia positiva, quizá sabia?

Pero cuando Papandreu dice:
"Do they want to adopt the new deal, or reject it? If the Greek people do not want it, it will not be adopted," the prime minister said after protests were held around the country last week against his government's austerity policies."
...  lo que hace es... volver a postular a su camarilla y a sí mismo como dispuesto a liderar una u otra de las situaciones... A postularse con vistas a ganar el puesto... o a morir en el intento. ¡Y eso, el articulista no lo dice! ¡Se queda en la crítica al lenguaje oscurantista y promotor central de La Confusión, del Babel, que él... se supone, y tal vez los suyos, descifrarían de manera objetiva y absoluta, aunque tal vez sólo esté manifestando que se lo esté exigiendo a algún fantasma burocrático que no nos desvela!

¿Qué otra cosa si no puede significar lo que sigue?
Hateful rhetoric, mass protests, violent riots and unrelenting strikes - those are the consequences we reap from weaving our meta-narratives with such chillingly empty words. Talk is cheap, but it is still proving too expensive for a world without economic growth and without any sense of lasting confidence or trust. At a certain point, the human intellect can no longer function inside Schrodinger's box of self-referential labels and  cannot continue playing games in our world of WordCraft.
Pero es a continuación de ese párrafo cuando el articulista alcanza el máximo de lucidez posible, a unos pasos de un espacio discursivo o teórico que vaciaría de contenido el rol que desempeña, al menos que lo dejaría reducido a un juego ante el cual no se sentiría obligado a jugar (algo propio de los roles socio-profesionales... y de la supervivencia humana, a cuyo protegido le cuesta demasiado sentirla como un simple juego):
We will always be  disappointed with what is presented as a "solution", we will always be  frustrated with the lack of meaningful "progress" and we will always be  angry at those who refuse to let us outside of the box. There will be no  satisfaction found in this virtual existence of binary outcomes,  political avatars and manufactured meaning. Only when the system's structures are fully deconstructed will we find any relief in the language and meanings of our future.
La "crítica" del articulista no va, pues, mucho más allá de un vieja práctica del opositor que busca derrocar al tirano para serlo él mismo. "Critica" las oscuridades del lenguaje ajeno, sus mentiras, prometiendo la propia veracidad impracticable. Y, lo peor en estos tiempos, repite la única salida de los tiranos en potencia: que todo se solucionaría situando a la cabeza una moral. Algo que caracteriza a todos los grandes contendientes de hoy en día, desde los refundadores del capitalismo hasta el capitalismo mixto tutelado de los comunistas chinos pasando por el islamic capitalism de similares características de los regíemenes fundamentalistas. Tal vez... ¡horror!, los que signarían el futuro del mundo en su totalidad a la manera extrema manifiesta en los mencionados experimentos locales.

No añadiré a esto más comentarios, y espero que se me permita haber vuelto a escribir para quienes indagan en una sintonía cercana capaz de acoplamientos.


martes, 11 de octubre de 2011

De los llamamientos al exterminio de las "cucarachas"... y otros equivalentes

Al individuo racional (o racionalizado) de nuestro mundo, homo occidentalis como cabría ser denominado, (1) le cuesta mucho comprender los fenómenos que derivaron en masacres genocidas o pogromos de todo tipo, habitualmente de dimensiones masivas y participación directa de media población, la "mitad" que adoptó la visión "demonológica" que se les ofrecía a modo de liturgia. Ese fue el caso de la masacre ejecutada en Ruanda por los tutsis contra los hutus a instancias de las locuciones de la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas, pero también las incesantes parafernalias que incluyeron siempre unas u otras concienzudas y responsables dedicaciones (profesionales, en el mejor de los sentidos) de los guardianes de los campos de concentración y otros verdugos hasta sus jefes máximos e inspiradores, desde los nazis hasta los de los jemeres rojos pasando por los gulags soviéticos y los campos de reeducación chinos. 


Estos hechos, apenas provocaron un ligero temblor de las estanterías del pensamiento ingenuo de la masa intelectual posmoderna, esas estanterías donde todavía se mira al lomo de unos manuales perimidos que siguen vistiendo al salvaje de bueno y de mejor, seguirlo llamando salvaje a pesar de la tecnología de la que disponen (además de los machetes) y reafirmar de ese modo estereotipado e hipócrita la superioridad occidental (que sería digna de desear y/o imitar por todos). 

Si algo sorprende y aterroriza a los ciudadanos del primer mundo ("donde eso no puede pasar", se dicen) es que aquellos pogromos alcanzaron dimensiones masivas con la participación directa de media población, la parte que adoptó la visión "demonológica" que se les ofrecía. Hay muchos casos como los de Ruanda, pero hay muchos más que obedecen a la misma dinámica y alcanzan menos preocupación y más indiferencia (porque... "aquí no pude pasar") a las "buenas conciencias". Hablo de la creación (como necesidad social) de los oficios concienzudos y responsables de vigilantes, torturadores y verdugos, entre los que fulguran los contemporáneos guardianes de los campos de concentración, desde los nazis hasta los de los jemeres rojos, pasando por los gulags soviéticos y los campos de reeducación chinos. Es la participación activa de las masas (y debería serlo también la procedencia popular de los guardianes) en la ejecución de las masacres y las razzias lo que "no se comprende", lo que más sorprende a los occidentales de "buena conciencia"... que una y otra vez alientan, valoran positivamente y recuperan parcialmente de la Historia, tales "acontecimientos conmovedores" (esos que en más o menos "cinco días" han sido capaces de "conmover el mundo").  

Los datos que aportan los más radicales estudios de los largos años de caza de brujas que van desde el siglo XIV hasta el XVII más o menos (y que no fue una mera "continuación" de las luchas contra las herejías cristianas, que fue una lucha interna de legitimación, más allá de los aspectos comunes) evidencian significados que no dejan de repetirse, formando así parte del "patrimonio de la humanidad". (2)

Por mucho que hayan sido racionalizados desde que se implantó la escuela pública, los occidentales acaban apelando a la socorrida mística que al mismo tiempo denuestan como supuesto patrimonio de "La Iglesia", es decir, como oscurantismo escolástico. Ello a pesar de que esa Iglesia en especial heredara muy conscientemente la racionalización (bastaría leer a San Agustín y reconocer que La Lógica de Aristóteles está en la base de sus conjeturas y que la razón nunca estuvo reñida con la piedad sino todo lo contrario desde Sócrates) y apelara a ella hasta para las más inexplicables de sus campañas, como la de La Inquisición, en paralelo por cierto con la "caza de brujas" macartista o las llevadas a cabo por los bolcheviques y otros comunistas empezando por el Lenin y el Trotsky de Kronstad y pasando por la Revolución Cultural y la edificación de la Kampuchea Democrática de los jemeres rojos. En otras palabras, esos fenómenos inexplicables los llevan una y otra vez a apelar a la demoníaca maldad del imperfecto ser humano (donde la "perfección" no vendría definida en base a una realización más eficaz de su teleonomía sino por la del "deber ser" ideológico, sea el del ideal platónico o ateniense, el de la Revelación, el de la Ilustración o el del comunismo; es decir, sería una "imperfección superable" por alguna vía... vía siempre definida por el analista.) Todas las referencias a "la barbarie" (es decir, a "los otros"), a la "animalidad", a la "ausencia de moral", etc., que sirven fundamentalmente para fundar una identidad occidental cosmopolita, implican una reafirmación central: los bárbaros (o extranjeros; no suficientemente occidentalizados en el mejor de los casos) deben ser sometidos, culturalizados, etc. Los actos de guerra y de conquista occidentales, las represiones que se ponen en tela de juicio en mayor o menor énfasis según se practiquen entre "nacionales" o no, entre "occidentales" o no, en grados que van en paralelo con la "familiaridad" de los lazos entre los combatientes, siempre quedarán racionalmente justificados (con discursos democráticos, especialmente, como se viene haciendo desde el primero de ellos debido al bueno de Pericles).


Pero no se trata aquí de poner en la picota la hipocresía de "los pueblos" ni de sus "dirigentes" (algo que debe ser actualizado en tanto esos "dirigentes" conforman cada vez más nítidamente una especie de "raza" separada de "sus pueblos" a la que se enfrenta desde "una posición ventajosa", incluso militarmente hablando), aunque la equiparación de las conductas y valoraciones sirva para la comprensión de las dinámicas reales.

Cuando las primeras emisiones de la Radio Libre de las Mil Colinas comenzaron calificando de insectos (en concreto: "cucarachas"), a la manera de la "sociedad de Ender", a los enemigos de la humanidad (referida como siempre a la de la propia genética... y lealtad), podía buenamente pensarse que se trataba del acto de una pandilla de locos vociferantes de los muchos que de tanto en tanto acaban disparando a las masas en un día de rabia (como recientemente sucedió en Noruega), donde las consecuencias se consideran meros daños colaterales, es decir, donde las víctimas no pasan de... ¿doscientas, trescientas...? Luego se pudo pensar que esos "locos" expresaran uno u otro grado de convicción o, en otras palabras, más precisas, que respondieran en uno u otro grado a un "plan" inescrupuloso de índole inquisitorial. Desde el nacimiento de la racionalidad como marca identitaria (de Occidente), la invención de "herejías" puede considerarse un recurso al servicio de la persecución social, como señala de manera insuficiente y de hecho confusa, el historiador Trevor-Roper en su estudio de la "caza de brujas" de los siglos XVI y XVII. (3)

Ahora bien, en cuanto escarbamos bajo la superficie que las ideologías nos recomiendan e impulsan fabricar, podemos observar unos detalles mucho más significativos y concretos que, precisamente, soportan mi tesis capital, en concreto que esas campañas persecutorias buscaban en lo fundamental la consolidación del propio ejército, dándoles unas señas de identidad específicas de grupo (una tesis que enlaza con las investigaciones antropológicas y sociológicas de Mary Douglas que ya he citado otras veces). Por una parte, alejándonos del mito de las revoluciones de masas, los ciclos históricos escalonados del progreso lineal (derivado del desarrollo del pensamiento o del de las fuerzas productivas). Por otro, aproximándonos a los elementos básicos, de raíz, que definen la idiosincrasia humana (o mejor dicho, la conformación de la misma en el tiempo) que suelen verse cada vez menos en tanto las capas de complejidad que se entretejen las sepultan.



La cuestión crucial nos la revela la dinámica concreta, al detalle, estrictamente fenoménica y ejemplar, que se pone en marcha, ex nihilo hasta donde puede decirse (o, sea, emergente, y que apunta a la mecánica de las genealogías), que lleva hasta la conformación de un movimiento que es visto simplemente como "de masas" o "espontáneo" (a la manera en que "una cerilla puede incendiar una pradera"). Esta visión simplista, que ofrece tantas esperanzas a todo movimiento en sus inicios (y ahí está el 15-M que cree marchar hacia una "revolución" o las ilusiones que despiertan "las crisis", en especial las "económicas" llamadas "del capitalismo" en la intelectualidad cada vez más proletarizada (y/o burocratizada) que desde Sainte-Beuve ve diluirse el sueño renovado, esto es, "renacido", de su "República de Sabios") (4), y que no ve las condiciones preexistentes que soportan los incendios genocidas mencionados, las que no se quieren ni ver ni quiere verse hacia qué o dónde tienden. Y que, cuando ya han llegado al climax... los hace decir... "no lo comprendo".) Sin embargo, como sucede en biología, son los aspectos iniciales en los que se pueden ver las perspectivas del camino que se recorrerá salvo... que no se pueda (algo que no depende de la dinámica del mismo modo que el nacimiento de un pollito a partir del huevo... que puede ser frustrado porque se lo coma una serpiente de su entrono o por el choque de algún meteorito "de fuera" cuya trayectoria, como es lógico, no lo tomara en cuenta). Señalo esos aspectos:

a) La prexistencia de facciones dirigentes en pugna por el Poder en condiciones de equilibrio altamente inestable (basta que sea percibido como tal, aunque ni la mala ni la buena percepción otorgan garantías de fracaso/éxito ya que todo depende del curso de la propia dinámica). Es el punto decisivo: las facciones, a veces una situada en la "oposición", a veces más de una, son las que "inventan" los discursos "reformadores" (o "revolucionarios") y los sintetizan en slogans efectivos (capaces de abrir un espacio potencial en el sentido apuntado en el punto c, más abajo). Las masas en este marco no pueden ser menos "patas" (...garras, dientes, alas, aletas, orugas...) al servicio de la lucha de los opresores potenciales que las de los caballos o las de los tanques, aviones y submarinos, en el sentido señalado por Goethe y lo que digo de la tecnología en las notas). La efervescencia de la lucha intestina entre las facciones que comparten en diversos grados el poder (incluso como oposición legal o consentida), la perdida del equilibrio o posibilidades de conseguir que se pierda que a veces es mera presunción y a veces ésta pude ser un primer paso... no es sino más de lo que se tiene al alcance de la mano para ser utilizado en las estrategias cuasi-instintivas de poder (que pasan por acciones grupalistas, a su vez de dominio en el grupo y de adopción de una identidad).

b) La necesidad de mantener y aumentar la cohesión en el ejército propio de cada facción contra la otra (una tesis que conecta con las investigaciones antropológicas y sociológicas de Mary Douglas (Estilos de pensar, El Levítico como literatura) en lo referente a la mecánica de creación de las identidades de grupo). Y para consolidar las filas del propio ejército de militantes leales, para fidelizarlos, hay que darles un espacio para que se realicen como espejo de la cúspide. Esto muestra vínculos estrechos, de vasos comunicantes, con lo siguiente:

c) La predisposición de los pequeños líderes de alta idiosincrasia tiránica que por serlo están especialmente predispuestos a aprovechar el momento y la situación que se abre para reafirmar su rol y ocupar un puesto más relevante que el que tienen en la misma estructura o en una alternativa que se les promete o que se proyecta, y por las que se apuesta a la vez que se las tiende a conformar sobre la marcha (hasta hacerla muchas veces definitiva, esto es: a instituirla). Estos pequeños tiranos locales (los frailes y funcionarios laicos de la inquisición, los imanes de base, los comisarios bolcheviques de base...) tienen ciertamente una idiosincrasia común específica, donde el resentimiento hacia los poderosos los impulsa a un doble juego de servidumbre y de traición sistemática, a la búsqueda del jefe más dadivoso y sin escrúpulos, a la realización de todo pacto con el verdadero diablo que le permita una vida más cómoda, etc. Obsérvese, de paso, que con el tiempo, fue esa la subespecie de la que han brotado, gracias a la democratización burocrática de hoy en día, los mediocres y mezquinos gobernantes e intelectuales que rescataron las consignas de su homólogo Robespierre acerca del "cordón sanitario" y la "salud pública". Nada que no merezca el nombre de demonización con el objeto de "dividir el mundo entre la luz y la oscuridad" (ibíd., pág. 127) logrando crear el climax que permita a los mediocres, profesionalizados como políticos, chantajear y acorralar a todos los demás, desde un Papa del que se arranca una bula hasta una simple campesina a la que se le aplica el derecho de pernada.

d) La "mala conciencia" (o debilidad) en los idiosincrásicamente "neutrales", que permite la aplicación de un "chantaje a las masas" así como a "las minorías" militantes (pertenecientes a la competencia, esto es, al conjunto de los líderes potenciales y aliados), cuyo objeto es la neutralización y si es posible el reclutamiento. (Una cosa disponible y por ello aprovechable, claro.) Se realiza hasta el límite de la amenaza a los colaboracionistas (para lo que no hace falta sino la neutralidad crítica de tipo liberal, por ejemplo) a quienes se desprecia en primera instancia y se acusa de traición, o sea, de ser más peligrosos y despreciables que el propio enemigo declarado (llegan a constituirse en "el enemigo principal" en nombre de la lucha contra aquel, y en objetivo a aniquilar de no convertirse en buenos y leales militantes.) Trevor-Roper da cuenta, por ejemplo, de las arremetidas contra "todo aquel que no crea hasta el más mínimo detalle grotesco de la nueva demonología" (ibíd., pág. 132) o de las críticas que recibiera Erasmo por su "incredulidad" acerca del fenómeno de la brujería (ibíd., nota 64, pág. 139) y enumera casos posteriores notables de quienes corrieron "grandes peligros" (ibíd., pág.143 y desde la pág. 154 en adelante) (5)

e) Como bien señalara Trevor-Roper, "La mitología devino (y devendrá una y otra vez) en un folklore establecido que generaba (y la generará una y otra vez) su propia evidencia" (Trevor-Roper, op. cit., pág. 127), que "una vez lanzadas, adquirieron impulso propio" (ibíd.) Sin duda se trata de "fantasías recurrentes", pero "necesarias" a la fragmentación adoptada y cada vez recompuesta.


Esta visión sin duda excéntrica (a tenor de lo que se prefiere mantener) se apoya en el reconocimiento de una indiscutible herencia recibida de nuestros más primitivos ancestros, la de la grupalidad (para la claridad de este concepto y sus implicaciones, remito, de manera perentoria, a El mito de la educación de Judith Rich Harris así como a los textos citados de Mary Douglas), y en la evidencia de la fragmentación social que fuera instituida en un momento dado de la historia, como producto inseparable de la domesticación, vía regia no tecnológica (6) para incrementar el poder de los más predispuestos (y capaces, aunque no en el sentido moderno del término) para ejercerlo; esto es, "los más fuertes", los más "arriesgados", los más "astutos", los menos "escrupulosos", etc. Una vía o sendero que sin duda iría ahondando, con cada nuevo paso a través de la espesura y en concreto mediante la casi automática selección artificial impuesta por el propio curso de las cosas, el abismo que separaría a aquellos de los "débiles" y sometidos (y educados) con el recurso de la fuerza al menos al principio.

Si nos dejamos de introducir al "maligno", es obvio que allí donde estos aspectos se pongan de manifiesto, allí tenderán a producirse los fenómenos señalados. Y si no introducimos al "benigno"... será sólo uno u otro estado de las relaciones de fuerza decisivas el que determine hasta dónde se puede llegar.

Este enfoque parece el único capaz (yo, por el momento, no veo otro) de dejar atrás la sorpresa que acaba enmudeciendo así como el recurso a la metafísica que acaba en la reiteración del mito, la defensa del slogan y la complicidad hipócrita. Y así queda expuesto en apretada síntesis.

En todo caso, quede claro (y las referencias al presente inmediato están ahí demostrándolo) que entiendo la reflexividad en general y la mía en particular como una herramienta al servicio de la supervivencia, es decir, al cálculo que podría evitarnos una sorpresa más de aquellas, salida no se sabe de qué Radio o de qué televisión... de qué consignas...

Y eso, a fin de cuentas, pertenece a Lo Político.




Notas:

(1) Los grupos de homos occidentalis, en realidad como todos los grupos humanos de la Historia, se  ha situado en un supuesto plano superior signado declarativamente por "la no-violencia" como una de las principales opciones tácticas que reflejan su adscripción a la "racionalidad". Creo que la absurdidad del mundo y la sensación de indefensión y aleatoriedad en la que hoy vive la gente han desplazado a "La Razón" honesta (dentro de lo que cabía) como signo de los tiempos en favor de la seudorracionalidad variable del tacticismo que se practica desde los gobiernos de todas las instancias de poder, más o menos globales, más o menos continentales, más o menos nacionales, más o menos locales y... más o menos políticas (en referencia a que se manifiestan en todas partes, como las Universidades o las Grandes Empresas). Entre las opciones que se eligen según el momento, "la no violencia" está indudablemente de moda y es asociada con derechos, democracia y justicia como si de aquella se derivaran naturalmente estos.

(2)  Ciertamente, predominan los pruritos autorrepresores en amplios círculos de las poblaciones del Occidente, al punto que podríamos atribuir algo propio de una "zona de frontera" lo que sucedió en los Balcanes, y a la "locura" el reciente "acto individual" pro-nazi de Noruega este mismo año. Las poblaciones, eminentemente racionalizadas mediante la educación escolar y familiar bajo condiciones de "bienestar" y con iconos referenciales del tipo "no violencia" y "no crueldad" (que se aplican de manera relativa en cualquier caso), se sitúan sin embargo al borde de la violencia intergrupal (donde los grupos se definen progresivamente donde no los había exactamente). Todo comienza como un alud para luego ser imparable hasta que provoca un estado de colapso significativo o entran en juego elementos de fuera (convirtiéndose en factores interactuantes en el marco del entorno). Cosas como la propia "no violencia" cambian a violencia... en nombre de la consciente o inconscientemente provocada en el ejército contrario; por ejemplo, el de la policiía que ya está predispuesta de por sí a ejercerla (es su mandato), a la que se acusa de excesos que deben ser contestados. Se sabe de la participación usual en medio de las multitudes de agentes especiales capaces de iniciar el fuego o avivarlo (que no tienen por qué estar al servicio de un Estado, al menos oficialmente).

(3) "...vemos la persecución de la herejía como intolerancia social", sostiene Trevor-Roper (La crisis del siglo XVII, Katz Editores, Bs. As., 2009, pág. 118), lo que respondería al temor popular hacia lo extraño, lo diferente, lo insumiso, "la heterodoxia o disconformidad social" (ibíd., pág. 121) -que acabará reduciendo a meros transtornos patológicos- que se desatarían "en tiempos de introversión e intolerancia" (ibíd., pág. 119) Si se quiere, se puede tomar la acusación al propio pueblo (ibíd., pág. ) como un hallazgo o en todo caso como la reafirmación de algún otro descubierto anteriormente en el que se insistiría, pero lo que sostiene Trevor-Roper no explica lo fundamental (dando no obstante matices ciertos de la superficie y no de la raíz) sino más bien y en el mejor de los casos sugiere una tautología que sería históricamente innecesaria o superflua: los opresores, que son tomados de manera indiscriminada y vaga, ya aparecen como dueños de la situación, como "clase dominante", y las masas no amenazaban ni, como de costumbre, podían amenazar esa dominación ya que algo así nunca está en la perspectiva de las masas (y cada vez menos gracias a la complejización); en otras palabras, no tienen posibilidad alguna de plan alguno de conquista, siendo, además, meros instrumentos al alcance de unas u otras facciones en su lucha por el poder y en sus auténticos planes de conquista... contra las facciones enemigas de su misma especie (véase más abajo en el texto el punto a.)

Trevor-Roper acaricia uno de los puntos clave del problema aunque sin sacar las conclusiones que de ello se pueden derivar, al mencionar el rol decisivo de "los frailes", de los "inflexibles funcionarios" o de los "tribunos del pueblo" locales (ibíd., pág. 123) que presionaron a través de su pirámide jerárquica (creando evidencias de manera paulatina y chantajeando de hecho a sus superiores). En sus palabras: "cruzada evangélica emprendida por los frailes" -ibíd., pág. 119-; "presión (...) desde un nivel inferior, desde las órdenes misioneras" (ibíd., pág. 123); etc., que se desarrolló hasta conseguir que las bulas papales institucionalizarán sus prácticas, para lo cual tuvieron que desdecir una vez más el dogma fundacional del cristianismo en base a las cuales (y a la posesión de un espíritu ilustrado) "En general, la Iglesia establecida se oponía" -ibíd., pág. 123-). El punto c se relaciona con esto.

No es así del todo correcto, por más que suene a hallazgo y a pretensión de toma de conciencia ("una advertencia saludable para que nunca creamos" en la verosimilitud de "brujas" o "cucarachas", pretende Trevor-Roper -ibíd., pág.136-) que "los tribunos, a su vez, respondían a la presión popular" (ibíd., 123), sino que la agitaron aprovechando astutamente sus temores unos pocos salidos de las propias filas del pueblo, como no podía ser de otro modo, y como sigue sucediendo con los "pequeños líderes" presentes indispensablemente en todas las movilizaciones y movimientos de masas. Así, es cierta "la cooperación de la sociedad", pero no tal y como lo expone Trevor-Roper. Sin duda, de la masa del pueblo resentido y deseoso de protección, nacen los "tribunos" arribistas que enlazan con el fragmento social dominante, al que a la vez sirven, chantajean y si resulta aparentemente mejor, traicionan. Aquí la patología, si cabe considerarla como tal, no es la locura ni el miedo sino la debilidad y la cobardía genealógicamente reproducida con mutaciones e imperfecciones a lo largo de los tiempos, a la vez, útil y problemática para los estamentos dominantes y/o conquistadores en lucha fratricida.

Trevor-Roper, cuyo argumento "la razón verdadera subyace a la razón alegada" (ibíd., pág. 119) se vuelve en su contra poniendo en cuestión su propia explicación racionalista (apenas fundada en "otra" ciencia, la de la psicopatología -ibíd., pág. 133), arremete a la vez y muy verazmente contra la falsa contraposición entre racionalismo y escolástica ("El clero y los hombres de leyes del siglo XVI eran racionalistas. Creían en un un universo aristotélico y racional..." -ibíd., pág. 133-) como la que hoy se agita en España a la manera de una verdadera caza de brujas en germen puesta en marcha por los nuevos jóvenes y no tan jóvenes "tribunos" del presente, desplazados hoy a la frontera del fructífero bienestar social, donde la brujería sería ahora la doctrina visible o supuesta de los antiguos cazadores (las manifestaciones contra el Papa durante su visita llegaron ciertamente a la violencia sin contar con que ya se arremete con violencia verborrágica de por sí, aunque como exteriorización de lo que más ampliamente compondría "la derecha", aherrojada así al "clericalismo", al "machismo" y a la "defensa de la educación y sanidad privadas", de cuyo abrazo no logran zafarse... ni siquiera los liberales ateos, los capitalistas homosexuales o las mujeres ejecutivas). Poco y nada ha cambiado conceptualmente hablando, ya que la militancia anticlerical española tiene una obvia función en la compleja e irregular lucha interburocrática al lado de la "memoria histórica", "la alianza de civilizaciones", la educación pública contaminada ideológicamente por medio de la "educación para la ciudadanía", etc., todas piezas de la estrategia del zapaterismo para perpetuarse en el poder (hasta ahora y desde mañana...) mediante la estratagema de inducir una identidad negativa en el contrario.

(4) Recomiendo repasar las elucubraciones y declaraciones de Sainte-Beuve que tuvieron lugar a mediados del XIX acerca del proceso de proletarización y burocratización de los creadores de cultura  que él mismo experimentó en carne propia (véase W. Lepenies, ¿Qué es la intelectualidad europea?, undécima conferencia, Galaxia Gutemberg/Círculo de lectores)

(5) Trevor-Roper nos ilustra acerca de la para él secundaria consecuencia y para mí verdadero objetivo del proceso, señalando ejemplos más que numerosos y sobre todo significativos de presión, condena verbal y escrita, defenestración y hasta quema en la hoguera que afectó a las personalidades acusadas de "vacilantes", "blandas" y "cómplices criminales del diablo" (op.cit., pág. 156) que en realidad no  cuestionaban ni combatían la creencia en la brujería en sí, sino que atacaban a sus verdaderos enemigos a los que se resistían cuanto podían (a veces en secreto o en modo anónimo), la "clase" de los torturadores (ibíd., pág. 167). Entre esos casos hay jueces (ibíd., pág. 142) e incluso reyes (ibíd., nota 103, pág. 156) y obispos (íbid., nota 135, pág. 171). La propia aceptación por los críticos de la existencia de las brujas y  su objeción centrada en el uso de la tortura (que producía fabril y febrilmente brujos a mansalva) demuestra por otra parte entre quienes se establecía el auténtico conflicto por el Poder del que la caza de brujas y la demonología eran racionalizaciones al servicio de otra lucha. Y si el proceso se interrumpe... es porque sencillamente conducía a la inoperancia social, o sea, al colapso.

(6) Es innegable que la fragmentación y la domesticación de unos hombres por otros (para mí inevitable e idiosincrásica) haya sido indispensable para e inseparable del desarrollo de la Tecnología y de la Ciencia Contemporáneas y con ello del predominio occidental. Esa domesticación, que empieza siendo aplicado a las plantas, a los animales y hasta a las mujeres, dando lugar a las diversas sociedades fragmentarias primitivas, lo que fue trazado el camino y orientando en gran medida el rumbo futuro o posible. Y una vez instituidas, esa herencia ancestral ya no se podrá erradicar ni corregir, sino por el contrario se irá consolidando hasta  un punto en que, me atrevo a afirmarlo, ni aunque la tecnología alcanzase un grado teórico de desarrollo suficiente podría permitirlo (es más, no podría impedir el colapso que el proceso va perfilando; colapso que, si adoptamos un cierto sentido lógico, cabe pensar que haría posible "otra cosa" a posteriori del mismo.

De todos modos, basta considerar sólo lo evidente para deducir que esa herencia actuará como el mejor de filtros para que puedan alcanzarse fines hipotética y racionalmente emancipadores, es decir, idílicos y/o anclados a los residuos del presente paradigma. En otras palabras: que nunca se valorará tal herencia como... suficiente para permitir "el salto emancipador". Por el contrario, siempre llevará a justificar la estructura social que la sostiene, conserva y desarrolla; esto sucederá con tanto frenesí como el que asistiera a los cazadores de brujas en su tiempo a las más increíbles e irracionales campañas.  La fragmentación impone límites que no admitirá nunca franquear. Por eso necesita pedirle cada vez más a la tecnología o evitar que se direccione o se limite amenazando su permanencia.

Los famosos y tan admirados desarrollos tecnológicos de la antigüedad muestran que esto último siempre fue así: mayas, incas, egipcios, persas, babilonios... realizaron obras ciclópeas aplicando conocimientos dignos de un puesto en las mejores Academias Renacentistas, pero apenas si se consideraban a sí mismos como "genios" y daban a sus conocimientos y a su trabajo otra dimensión que escapara a la función de servir a su Rey y a los dioses que este representaba. Esa tecnología (¿"fuerzas productivas"?) no cuestionaron nunca las "relaciones de..." dominación e incluso no iban más allá de lo que estas requiriesen (incluídos el "derroche", la "destrucción", el "gasto", el "desaprovechamiento" de lo existente o dado, etc.). Hoy, sólo se han redefinido algunos términos y en una nueva "inversión" de las cosas se llama "productivo" a aquello que permita consolidar y reproducir las mencionadas relaciones de dominación.


Claro que el mecanismo en marcha no es "perfecto" ni mucho menos y una y otra vez pone en cuestión el estado de cosas. Son los momentos en que nos acercamos al colapso, que renace y se frena a raíz de la pripia dinámica.

domingo, 25 de septiembre de 2011

El fantasma de la "Refundación"

La crisis "económico-financiera" puso en boga eso de la "refundación", aunque en realidad, la misma había comenzado hacía tiempo. Prácticamente todos los "analistas" y sus ciegos seguidores prefieren no reconocerlo (no reconocer sus evidencias) e insistir en pedir o exigir que "se ponga en marcha" o, en la acera opuesta, que siga oculta o que mermen sus efectos.

Para "la izquierda", la única forma factible y maximalista de la meta de tal "refundación" que puede componerse en sus estrechas cabecitas (producto de una selección artificial de similares características que las que practicaban con los cráneos de los recién nacidos los nobles incas) es la de la "salida china", la del "capitalismo rojo". Y como lo que "se debe saber" es lo que colorean las gafas ideológicas, no pueden ver (no quieren atreverse a ver) que medidas como las que llevan a cabo los gobiernos autonómicos gobernados por el PP y como las que se implantarán tras el 20N (si nada cambia el curso de las predicciones) se corresponden estrictamente con la idea de esa "refundación" (por cierto, obra de algún asesor francés de Zarkosy, no lo olvidemos). ¿Qué si no significa controlar lo que pueden hacer con su propio dinero las empresas privadas, como es el caso de los bancos? Basta repasar las medidas de "austeridad" que se toman y proponen para ver en ellas un claro avance de la intervención estatal que va bastante más allá de favorecer a los negocios, como deseaba y pretendía que sucediera, "en todo caso", Adam Smith. Y este proceso sigue dando nuevas muestras de desarrollo, como se manifiesta en torno a los proyectos defendidos de cara a la próxima convocatoria del G20.


Para "la derecha", lo mejor es llamar "capitalismo" en un sentido tradicional a la sociedad en la que realizan sus propios avances embozados hacia la instauración de una tecnocracia a su medida. La confusión se hace así tan notable que no es de extrañar que pierdan identidad a pasos agigantados. Se trata de una identidad anticuada, obsoleta, demasiado acartonada (por necesidad más que por ceguera) e hipócrita que no respeta ni mínimamente lo que dicen sostener: la "iniciativa privada", que en realidad, al menos en los casos dominantes, hegemónicos y decisivos, se manifiesta ya desde hace tiempo y de un modo más que ostensible como un conglomerado de recintos intercambiables por los que transitan y se aposentan miembros de la misma burocracia global en meras "posiciones profesionales diferentes" (las que gestionan y controlan a su criterio y para su beneficio, las empresas de capital privado en lugar de las de capital público, en unos u otros porcentajes). Un proceso, en realidad, que comienza en tiempos de su legitimización, ya que el propio Adam Smith se mostraba partidario del control de los salvajismos del capital, como el que se cometían en las colonias. La racionalidad era una bandera que nunca fue ni de los capitalistas de carne y hueso ni de la realidad social en su conjunto... y que, además, nunca fue más allá de las idealizaciones impracticables. No por nada el argentino Braun llegó a defender un capitalismo sin capitalistas (es decir, sin los que se comporten como tales) como el mejor capitalismo... sin siquiera sonrojarse... ni, por tanto, verse demasiado rojo en el espejo.

Y es que la "refundación" nunca pretendió otra cosa que engañar y enmascarar los nuevos pasos que unas u otras bandas burocráticas pretenden dar en su imparable marcha hacia el control de todas las cosas, sean económicas, políticas o personales.

Y vamos cada vez más lejos, con la anuencia vociferante de los hijos del "Estado del Bienestar" inflados de buenas esperanzas, sin apenas querer saber que están acompañando a una de las bandas de depredadores más temerarias, más mentirosas, más ausentes de escrúpulos, más dispuestos a lo que haga falta, más despreocupados por la suerte de todo y de todos salvo de sí mismos y de sus amigos del instante, auténticos invasores interiores del mundo que como los gusanos se crían dentro del cuerpo... Y todo para terminar acabando, ya se verá y se está viendo, entre las víctimas. Porque, y esto es lo más esperpéntico (aunque como todo pertenece al mismo absurdo imperante): que tributan a la mítica racionalidad en la que confían la solución del orden... que formalmente flamea en los torreones de las mencionadas bandas... para encubrir la irracionalidad simple de la dominación del propio grupo (o banda)... esto es, para avivar el fuego del caos sin rumbo posible. Se trata del sueño de los gobernantes buenos, morales, sabios... que como mucho son astutos y ladinos, y que sólo pueden representarse a sí mismos.

martes, 12 de julio de 2011

Occidente presa del síndrome de Cronos

La idiosincrasia carroñera que sigue circulando por las venas del hombre y replicándose en sus genes (en proporciones varias, claro, debidas al proceso de autoselección artificial que las sociedades se han ido aplicando) podría servir para explicar en parte el canibalismo sofisticado (o civilizado) de estos tiempos que corren presurosos hacia una debacle. La figura de Cronos (a la izquierda en el famoso cuadro de Goya), que sabemos que hace referencia al Tiempo, bien podría, muy acertadamente, representar el sino mítico del "Sistema", o su paradigma... Pero no tan sólo por devorar sin escrúpulos a pueblos propios y ajenos, cuyos miembros son, en parte (pero no los únicos) los agentes que producen los medios de beneficio y de poder de los dominadores y conforman su vez su clientela masiva (no única, tampoco) de la mencionada producción a través de los mecanismos instituidos (esas "características del Sistema" que con tan poca inocencia unas y otras ideologías simplifican). No, también porque a fin de cuentas devora a sus hijos y hasta a sus compañeros de ruta, a los propios "hijos del Sistema", educados y conformados para que "continúe", y a los demás depredadores ya instalados... Por ejemplo, a los "accionistas" que hoy ven perder casi sistemáticamente su patrimonio en la "ruleta" de la bolsa (esos "cortadores de cupones", como los denominara Marx dando noticia del cambio de paradigma que atravesaba ya en sus tiempos "el Sistema", ignorando empero que esa metamorfosis de su "burguesía" ponía en entredicho -¡y rei-te-ra-ba!- el peso real de su poder y del grado de significación que sus tesis le conferían al hacer una única cosa del "sistema capitalista" y de "la sociedad burguesa" y "su revolución", entre otras cosas...), sobre todo, claro está, no tanto "los más pequeños" por serlo, sino los menos informados, los menos vinculados a las fuentes de información que, obviamente, se han convertido, son y se reafirman gracias a ello (¡al poder!) en "los más grandes".

Una lectura desprejuiciada, en fin, capaz de repensar todos los detalles y evidencias que en apretada síntesis acabo de enumerar y cuyo alcance apenas se sugiere de ese sin duda denso modo, y que sirviese de base para una narrativa que de cuenta en su propio lenguaje y no apelando a préstamos de tipo metafísico (incluidos los aleatorios, los mágicos, los inexplicables e innombrables, los "inaccesibles", llenos de "justificaciones no concatenadas" contrarias a los presupuestos de Ockham, etc.), nos "permitiría comprender" lo que sucede en estos días, donde unos "expertos" (los de las Agencias de Calificación), que tienen por "misión" valorar los riegos de prestarles a los gobiernos y empresas de cada país por separado (!?) disparan a la línea de flotación de "El Sistema" que sigue hundiéndose con ellos dentro, como si se tratara de los tripulantes del Titanic situados en la porción aún empinada que todavía está fuera del agua...

Y este fenómeno es apenas una muestra de lo que todos los sujetos-componentes de "El Sistema" hacen. Incluyendo los propios "explotados" que exigen el cumplimiento de las promesas que se le hicieron ya para orientar su voto, ya para continuar consumiendo o endeudándose... Todos ellos no pueden sino ir en esa dirección e... "indignarse", y desde ya que sólo desde unos mentirosos y mezquinos intereses (conquistados en buena o mala lid sin duda) no se les puede pedir que se resignen... aunque para muchos se les abren las puertas de ingreso en la policía y demás instituciones represivas o supervisoras o impositivas... donde podrán "defender El Sistema" de las acciones de los más afectados...

Una muestra reiterada de la destrucción a la que conducen los planes de construcción, ni más ni menos... ¡Y del previsible "sálvese el que pueda" y del resistido "pesimismo apocalíptico" que acabará cundiendo... empezando por los hijos de los hijos de los hijos de la Tragedia Clásica...!



Nota 1: un post vinculado a la temática se puede hallar aquí ("El juego de las sillas y la impotencia popular").

Nota 2: reproduzco dos ejemplos de la mecánica "autodestructiva" y en cuyas causas el artículo desde el que cito no ahonda, como es inevitable, dándolas por meras anomalías a fin de cuentas "diabólicas" en sentido estricto, y, por supuesto, que inencontrables en la propia conducta de él mismo, sus colegas, los lectores vociferantes, sus políticos predilectos, etc., etc., etc.:

<Congreso de los EEUU y la SEC comenzaron a investigar a los culpables de la crisis financiera que se desató a partir de 2007, pidieron ver los correos electrónicos de algunas agencias de calificación, las agencias de rating, y desde luego resultó ser una lectura espeluznante.

<<“Esperemos ser ricos y retirarnos antes de que este castillo de naipes se derrumbe”, decía uno enviado por un empleado de Standard & Poor’s en 2006. (información de Bloomberg).

<Moody’s parecía una frase de Dante. Este empleado se había dado cuenta de que los informes no estaban reflejando el riesgo de algunos productos financieros, es decir, estaban ocultando la realidad, y que esa incompetencia era debida a que “estamos vendiendo nuestra alma al diablo de los ingresos”. (información de The New York Times)>>

(tomado de "Los espeluznantes mails de Moodys")

martes, 14 de junio de 2011

En tiempos de utopías "decadentes"... y militancias desconcertantes

Ya no son tiempos para utopías como la de Moro ni para elogios de la locura como el de Erasmo de Rotterdam; no estamos tampoco ante utopías cosmopolitas, pero honestas hasta el escepticismo, con dudas manifiestas que llegan a desgarrar las Grandes Esperanzas permitiendo que se entrevea el pesimismo, como las de Kant; ni frente a las desbordantes de incondicionalidad de Hegel o, las que auguraban engaños y autoengaños que nadie pudo ver, como las de Marx o las de Heidegger, y esto tan sólo para nombrar algunos de los diversos y contrapuestos hitos que jalonan la cuesta abajo por la que se desliza el pensamiento, arrastrándonos como una inundación y embarrándonos, de momento, bajo el "pragmatismo" que pregona quedándose tan ancho, como si fuera digno de ser festejado, que ya no son ni volverán a ser tiempos de "grandes discursos". Es decir, entendámonos, acabando con la belleza de su arte, quizás lo único que valga la pena, lo único que reconforta, lo dionisíaco del pensamiento, lo que conmueve, lo que tan gloriosamente exhibió como muy pocos Nietzsche en sus diatribas, especialmente contra... "los que hacen Filosofía".

Cabe reconocer que las utopías de hoy en día, las que parecen siempre a punto de constituir un mito nuevo, tienen algo de novedoso, algo que precisamente es lo que se intenta hacer pasar como maduración cuando en realidad, a mi criterio, tan sólo es decadencia: son utopías reformistas, entiendo por ello, con rigor, que van en pos de unas reformas en lugar de ir tras cambios radicales, y donde el carácter utópico que encierran estriba en lo ilusorio de su pretensión de conservar la mediocridad conocida (o soñada, según dicte la edad y/o la ideología del protagonista) mediante "reformas". Así, lo utópico (de una parte lo ingenuo, de otra lo desconcertante y engañoso) estaría no sólo en la creencia o la fe en que tal conservación sea posible sino en que, tan sólo mediante la presión sobre el poder existente se podrían realizar ciertas reformas capaces de evitar la bancarrota... Es curioso, y vuelve a demostrar lo absurdo de la realidad, que esta especie de versión popular (o juvenil) del gatopardismo conservador, que pretendía "cambiar algo para que nada cambie", haya sido inculcado en las masas hasta tal extremo. La apariencia de comodidad y facilidad máxima que aún reviste tal táctica y la resignación generalizada en los frutos de la "redistribución desde arriba" con la que la "sociedad del bienestar" (por el consumo de bajo coste: como el de la democrática Ikea, o los democráticos "fast foods", respectivamente salpicados de diseños y sabores atractivos) ha sabido y podido contentarlas. Esto ha disparado el crédito hasta el infinito, algo que los prestamistas no parecen dispuestos a admitir... y esto materializará "la crisis".

Ante esta realidad, los afectados (que a pesar de lo poco que necesitaban, especialmente ocio y gasto improductivo -en los términos formalmente establecidos-), quieren que todo siga igual, es decir, que el crédito salga de donde sea y como sea o de una carga impositiva sin igual sobre aquellos que se dedicaban a producir lo que querían, que se monte con o sin criterio puestos de trabajo y se asignen salarios para que todo continúe rodando, llenos de felicidad... que se haga lo que sea para permitirle una "supervivencia aceptable" a una masa seudo cualificada que cada vez resulta menos valorada a cuenta del propio proceso de masificación que los ha creado y del que no quieren dejar de formar parte, que impida a cualquier coste el deterioro de su reducido estatus... Lo que se pretende, pues, es echar gasolina al fuego confundiéndola con agua.

Pero hay más. La consecución de esas "reformas" se consideran instituibles mediante una combinación de medios cuyas consecuencias van más allá de su carácter imaginario, y, añado para no dejar cabos sueltos, ello al margen de que sean o no finalmente eficaces, esto es, que produzcan alguna "mella" en los hechos, una suerte de "reorientación" significativa en su "marcha", sean vividos luego como positivas o como nefastas para los intereses de los propios soñadores circunstanciales, o sean reabsorbidos de algún modo. Esos medios empiezan a incluir acciones francamente parapoliciales alternativas como se se tratara de un contrapoder efectivo (¡algo que sólo se ha podido producir gracias al paraguas de una protección gubernamental que se presenta como "tolerancia" y "complicidad relativa"... siendo tan sólo una táctica!). En otras palabras, dan lugar a la coacción por parte de unas indiscutibles milicias callejeras de unos miles sobre la masa un millón más amplia de electores que han preferido la comodidad e incluso la percepción de una mayor efectividad apelando al voto "lleno de indignación" y a las "abstenciones" entre indignadas y decepcionadas. Porque eso son, en uno u otro grado de participación y virulencia, los que participan en las acampadas, las manifestaciones en torno a las tomas de posesión de algunos de los políticos que han triunfado (indiscutiblemente selectos), la apropiación de espacios públicos de manera prolongada (para algunos "permanente"), etc.

Por otra parte, los objetivos se harían efectivos a través de la concurrencia de... nuevos demagogos y... nuevamente organizados (se trate de personajes de conducta doble, oportunista, embozados, reciclados, marginados o emergentes). Las masas no tienen otra alternativa y estas tampoco, como reconocieran explícitamente, por ejemplo pero significativamente, en uno de los discursos propagados en la primera emisión de la "TV del 15-M", donde, sin duda reflejando al colectivo de base o a su mayoría impotente (aunque no huérfano de protección de hecho), se reconocía la incapacidad "propia" de los asistentes y seguidores a distancia (incapacidad que, por cierto, no se proponía superar mediante la reflexión y/o el estudio serio de la realidad y de los contenidos), necesitada del auxilio de unos "especialistas" capaces de "diseñar" por "todos" la "sociedad ideal" del futuro o "a proponer" a los que simultáneamente se apelaba; eso sí, supuesta seguramente la adhesión elemental y como no puede ser de otro modo "ambigua" al "movimiento", esto es, a las tres o cuatro puntos de mínimos que cada cual entiende o desarrolla como mejor (y débilmente) puede; dado que de otra forma, no sólo no serían aceptados sus "diseños", hasta donde se comprendieran o imaginaran, y hasta donde se explicitaran y parecieran atractivos, sino que ni siquiera serían escuchados (obviamente, por supuesto, me imagino el abucheo que mis reflexiones producirían).

En síntesis: conservar lo que se siente perdido y a punto de perderse por completo mediante unas "reformas" que definirían unos nuevos demagogos con la ayuda (presión) de unas milicias de base "protegidas" hasta cierto punto para no dejar de ser "legión" que aceptarían por "pasiva o por activa" responder al juego del que, a fin de cuentas, unos y otros no pasarían de ser meros peones o, en todo caso, futuros nuevos miembros de la "casta" que a la que (a media) se denuesta y deplora. Gasolina, pues, con la ayuda de incendiarios disfrazados de bomberos.

¿Una pena? ¿Una tragedia? ¿Un "eterno retorno"? Bien, son maneras de decirlo... y sin dudas, maneras un tanto desalentadoras. Pero, qué le vamos a hacer, ellos realizan "su destino", como diría un dramaturgo clásico, mientras yo respondo a mi inevitable "conciencia atenta", como habría vuelto a observar Camus. Cada uno a lo suyo, cada uno en su rol... héroes porque se es cobarde, santos porque se es perverso, como habría vuelto a decir Sartre.

Pero de lo que sucede, aún puede sacarse un poco más de punta.

Es evidente, que las utopías de hoy, como todo lo expresable (los discursos), están en concordancia con la decadencia generalizada en la que no cesamos de hundirnos, lo que está estrechamente vinculado con el hecho de que las masas hayan elegido, como no era habitual en "tiempos de penuria" (esos sobre los que versaba Heine en el siglo XVIII alemán), alzar un discurso seudointelectual, esto es, jugando un rol de seriedad y dignidad propio de cónsules romanos, inspirados quizás en algún modelo cinematográfico, tele-serial o videolúdico. Algo que parecería derivarse o estar igualmente vinculado con la marginación y la tendencia a la extinción de la intelectualidad de hasta hace algunas décadas.

Hablamos de nuevas masas, estrechamente "educadas" y "especializadas" para apretar tornillos o para girar tuercas (una cosa o la otra, muy a tono con estos tiempos de especialización) y no para adquirir el doloroso y nihilista método que los obligaría a "saber pensar" y a adquirir una "conciencia atenta",como la llamara Camus, es decir, a ir a la raíz de las cosas y a no soportar el peso de la incoherencia o de la respuesta dogmática y metafísica de último recurso y/o repleta de contradicciones internas. Todo lo contrario: se trata de rehuir el debate en cuanto parece tener demasiada enjundia, o demasiado pesimismo, o demasiada profundidad, o demasiada... ironía; mejor es ignorarlo, vadearlo, atajarlo con escudos dogmáticos o militantes, "lleno de Ruido y Furia/Sin ningún significado", como versara Shakespeare (Macbeth, Acto 5, escena 5), o, en todo caso, sin el significado agitado o expuesto (algo típico por cierto de la demagogia y el desconcierto intencional del que demuestran ser buenos discípulos). Y, aclaro para quien conozca el drama, no hago referencia a "idiotismo" alguno como no sea igualmente histriónico, esto es, el propio de una preferencia militante por la actuar como si se fuese "idiota", una preferencia acomodaticia, nacida en quien se sabe débil y opta por ser astuto, inclusive instintivamente y sin conciencia clara de ello, mediante un heroísmo de utilería y de tragicomedia.

Por fin, de tanto que ha sido algo socialmente demandado (y no hay demandante más potente que el Poder y sus usufructuarios, tal y como sucedió toda la vida, como consta si atendemos al origen de la demanda de telas, especies y perfumes de Oriente, o a los minerales con los que hacer armas y moneda, las verdaderas demandas que llevaron al desarrollo del comercio mundial y las finanzas mundiales; o también, que se atienda al dato que han suministrado recientemente las "industrias del lujo", que afirman ¡haber visto incrementada la cifra de sus negocios a lo largo de la crisis y se vanaglorian de haber aumentado igualmente la contratación laboral, es decir, de ser patriotas!), de tanto que ha sido demandado, repito, ese seudoracionalismo formal de masas hoy en boga, normalmente cientificista pero tan poco propenso a llevar hasta la raíz sus reflexiones como la antigua religiosidad del viejo pueblo (Tolstoy refleja esta mecánica con todo detalle en su Confesión), ni sobrellevar "contradicciones internas" o "incoherencias", al fin ha conseguido marginar y poner al borde de la extinción a las cada vez menos encontrables "conciencias atentas" intelectuales que para nada parecen hoy servir socialmente hablando, pese al nostálgico que le pese.

Galileo y los demás científicos de su época, hay que aceptarlo, no habrían existido sin la demanda de los Medicis y otras cortes ilustradas, ávidas de "riñas de gallos" a las que les encantaba asistir (remito al respecto al trabajo indispensable sobre el tema, Galileo cortesano, de Mario Biagioli, en Katz Editores, Bs. As., 2008, en particular pags. 103-116), Aristóteles no habría existido sin reyes que incluyeran la educación sofisticada de sus hijos no sólo en el arte de la guerra y los deportes sino en el de las ciencias como ornamentos ostensibles... Y hoy en día... ¿para qué sirve un filósofo "de verdad" cuando lo que se requieren cada vez más en exclusiva son "fabricantes de consignas" y en todo caso "reseñas" y entradas "enciclopédicas" para salir del paso, cuya cualidad es precisamente definir la verdad para cada día, incluso para cada momento y circunstancia; tanto por los políticos como por los editores? Un mundo así, obviamente, no necesita mucho más que el debate de bar o sobremesa, el mismo del estilo aparentemente enjundioso pero realmente vacío y retórico de las asambleas de los acampados.

Hablamos de unas masas que por lo general "estudian y trabajan" o que, de mayores, acaban desempeñando algún oficio técnico o administrativo de cada vez menor productividad (este hecho constatado que se usa para cargar el peso de los problemas en los trabajadores, es un derivado inevitable del mundo que la propia burocracia necesita y reproduce, ahondando así la fosa propia que cava con su irracionalismo, absurdidad, ineficiencia, predominio de los objetivos propios de poder por el poder, etc.) Cada vez peor remunerados intentan autorecompensarse reduciendo al máximo sus esfuerzos aumentando al máximo las apariencias. La pérdida sistemática de "nivel de vida", por otra parte, se realiza no tanto por reducciones directas de salarios -¡que incluso!- sino por la vía del aumento de la carga impositiva y el incremento inflacionario de los precios de esos artículos de consumo cuya adquisición acaban asimilando a su estatus irrenunciable (ocio, marcas, tecnología...), y la decepción que produce en gente que fue educada para el infantilismo y no para la madurez, acaba haciendo estragos, y creando un círculo vicioso; apostando todo a la idealización y a las promesas, a las exigencias sin escrúpulos con acusaciones a los inescrupulosos, respondiendo a lo que la propaganda les inyectó en vena mediante el señalamiento seudoideológico del "enemigo público" al tiempo que repartía unas migajas y una parcela de cielo en armonía con una rudimentaria pero instintiva concepción pavloviana. Porque, a fin de cuentas, ¿qué es uno sino eso que se conforma en base al desarrollo condicionado de las propias facultades, en un mundo dado y adoptado, donde se acaba aceptando su selección artificial y sus imposiciones prototípicas?

Y ha calado más allá de lo que se atreven a reconocer sus miembros más honestos y esperanzados: el 15-M no estalla en el entorno de esa fecha porque sí, ni como una respuesta ante "lo mal que van las cosas", sino como toda una respuesta preventiva, esto es, como "lo peor que pueden ir". El zapaterismo logró meter en vena de esa masa antes descrita que "todos los políticos son malos"... pero que "al menos" ellos son más condescendientes... ¡Que esa fue y aún sigue siendo la consigna es algo que se puede observar en las parrafadas repetitivas de los periodistas y tertulianos a sueldo de la camarilla que acuden a los programas de debate televisado! Logró meter en esas mentes predispuestas a adoptar simples consignas que ellos son "la izquierda" hicieran lo que hicieran, y que son el mal menor. Sin embargo, las masas que sufrieron en carne propia los desmanes zapateristas apelaron al voto y a la abstención como medio para "echarlos fuera", dejando a los "decepcionados de la izquierda" un tanto fuera de juego (lo reconzcan o no: y hasta el extremo de reaparecer como una secta más en lugar de una vanguardia) aunque no por eso con menos predisposición a responder como milicias defensoras de los perdedores y encajar mejor en su estrategia que en ninguna otra. Lo quieran o no admitir, eso es lo que manifiestan sus concentraciones en los actos de asunción de los nuevos o viejos cargos electos por la mayoría siempre que fueran... del PP, pero ni uno en aquellos en los que asumió "la izquierda", PSOE incluido, como ya se ha dicho, y, no digamos ya, en ningún caso, pidiendo la cabeza de los ladrones consumados para os que en su día se solía pedir "al menos 100 días de gobierno" para ser juzgados... ¡y a los que se les acabó dando casi 8 años! Todo eso mientras, de la masa obrera de verdad, al menos en sus orígenes, salieron incluso miembros de IU favoreciendo contra las directivas centrales el acceso de varios gobiernos municipales al PP, como simple y lógica medida no sólo de repudio al perdedor sino de confianza en una gestión más transparente y honesta. La burocracia no deja de serlo, pero una cosa es su capacidad de producir ladrones y bandas de ladrones desde su seno y otra que esos ladrones y esas bandas, ya constituidos, conserven el poder impunemente. Para oponerse a ello a pesar de la evidencia... hay que ser un ingenuo miembro de la la nueva masa proletaria o un muy ideologizado miembro de la clase que sea, desde burócratas desplazados hasta viejos y nostálgicos miembros de la "cultura que se vende".

La frustración, es de hacerlo notar, pende a causa de "la crisis" y de lo que ha desnudado acerca de la burocratización social imperante, sobre todas las cabezas de la población que vive de su trabajo relativamente honesto y teóricamente necesario y a quienes indigna tanto latrocinio vulgar, tanta desfachatez, tanta ostentación de poder en lo económico y en lo autoritario... Es una indignación que tiene muchas facetas, cada una de las cuales indigna principalmente a unos u otros. El grado que ha alcanzado en algunos lugares del planeta, como España, Grecia o Islandia ha sido toda una obra maestra de la fabricación de ruina, división, confusión, ilegalidad y vacío conceptual tacticista debida a las respectivas camarillas gobernantes y a las camarillas de tiburones financieros asignados a la tarea de subir y subir los dividendos de sus grande empresas con toda la creatividad (¡casi propia del viejo Mayo del 68!, sólo que aplicada al desempeño óptimo de las funciones para las que fueran contratados; ¡casi tan profesionales como lo fueron los guardianes de la Kampuchea Democrática en su propio campo: la tortura, el exterminio en masa... esto es, una creatividad desbordada, sin contemplaciones, radicalmente libre de todo lo que su despliegue puede provocar...). Y un fenómeno digno de figurar en ese cuadro es sin duda la toma del poder de la camarilla que hoy aún nos gobierna y su prolongación. Un fenómeno que sin duda forma parte, preparatoria, formativamente, con participación activa y solapada, con tolerancia sospechosísima y permisividad hacia lo que es un caldo de cultivo del que emerge desde el principio, por esa preparación y su origen, unas milicias desconcertantes que pueden ser usadas como medio de presión extraparlamentaria (algo que la Historia ya ha registrado con consecuencias poco esperanzadoras), pero que, además, son usadas como medio de diferenciación. Y me explico: se habla de qor qué "los indignados" no salieron "antes" o por qué diluyen en "los políticos" su malestar en lugar de orientarlo como es costumbre hacia el gobierno instituido e indiscutible legislador y ejecutor de las medidas que el "movimiento" más rechaza, etc., pero no se dice algo más y muy significativo, que se refuerza desde los medios afines a la camarilla gobernante, saliente y entrante, la idea de que la paz social está a punto de acabar por "lo que se avecina"... Y esta jugada identificatoria que separaría "lo malo" de "lo preferible", poniendo las cosas del revés, apela al mismo corazoncito al que, "casualmente", se apeló el 13-M: el de las pusilánimes "clases medias", que con tal de no oir caceroladas y violencia en las calles pueden "confundirse de nuevo"... y "votar para que todo siga igual". Sin duda, una jugada maestra, que puede extenderse cuatro años e ir creciendo aunque no consiga más que un poco en lo inmediato.

Ahora bien, ¿no es ese el mismo tipo de creatividad que impera entre esos "creativos indignados" que montan videos antihistóricos y fabrican slogans de propaganda y agitación separados de su significados, propios todos de un potencial 1984 (orwelliano, para más señas) donde ya por anticipado se practica la reescritura apropiada de los hechos, donde se propone un mito para el día a día, "líquido" comme il faut?

Sí, la obra maestra del grupo-ZP (al que pretende seguir el grupo-superZP comandado por "Alfredo" que me me atrevo a suponer irá más allá de la "recuperación", autofagocitándose si resulta necesario., pero también creando "novedosas" referencias identitarias negativas ya presentes en el "Plan Z del espacio exterior" sobre el que una vez me explayé). Sí, el "utopismo reformista" o el "reformismo utópico" (tanto monta...) es el fantasma decrépito que recorre el actual Occidente Extendido: habla de democracia... aunque está más que dispuesto a violarla en forma y contenido desde el mismo momento en que la propone, conservando la comedia y el parlamento histriónico, incluso alzando la voz... para llamarla "real" o "responsable", "social" o "liberal", etc., según de qué subgrupos se trate, unos como es habitual contra los demás para hacerse con la bandera de lo mismo, la conservación del modo de vida occidental efectivo; habla de justicia... aunque discrimina a favor de la camarilla propia, empezando por un uso descarado o no tanto de sus muchas varas de medir, una para cada caso y ocasión, lo que sin duda es muy humano, aunque alzando la voz para sostener que la propia es poco menos que divina, absoluta, definitiva, digna expresión de la conciencia humana global... bien que empobrecida; etc.

Lo cierto es que son muchos los síntomas que indican hacia donde vamos, la mayoría como si hubiese enloquecido o se hubiese drogado, eufórica, asustada pero decidida, los casos en extinción avasallados, ignorados, sepultados... no son necesarios ahora que hay tanta cultura especializada donde cada cual puede fundar su parcela constructiva o creativa (un caso ejemplar: "la banca ética", cuyo portavoz -entrevistado por la TV del 15-M- da mucha pena intelectual, al menos para los que percibimos el fárrago inconexo y oportunista igual que si se tratara de errores de ortografía o de sintaxis (que curiosamente también suelen complementarlo), mientras ofrece pobres galimatías inconexos con ingredientes de best seller: un poco de ecología, alguna arenga indignada, una pizca de moral puritana, y así el resto, que es escaso). Y esto, repito en cierto modo, abarca por igual a personas que se adscriben a un supuesto progresismo o a un igualmente supuesto liberalismo: ambos no instituibles en sus formas puras (no lo fueron nunca), y ambos porque exigen una burocracia que no puede domeñarse sino por mediación de otra igual de díscola... de rebelde... de independiente... de inescrupulosa... de mafiosa... a veces, para descanso de todos, más tendencialmente que en la práctica, a veces, para sufrimiento de todos, más práctica que tendencialmente. La pidieron desde Adam Smith hasta Hayek para "favorecer la marcha natural del mercado" y lo consiguieron a medias, se propusieron para serla ellos mismos desde Marx hasta Lenin... y lo consiguieron a medias; pero sobre todo consiguieron desarrollar la burocratización e impregnar toda la sociedad de ello, dando a la burocracia un mundo que no le puede ser arrebatado, que sólo se concibe a sí mismo estando cada vez más en sus manos caprichosas y en su juego irresponsable. Y esa burocracia casi ilimitada no siente aún, ni sentirá jamás, haber triunfado al punto en que lo pretenden. Algo que, por suerte y por desgracia... nos empuja al caos, o a un caos tras otro, con sus correspondientes daños colaterales.

Entre tanto, es evidente que el pueblo ya no es el que era "en tiempos de penuria", en, por ejemplo, ese "más oscuro período desde la edad moderna" que según el Heidegger de 1938, ignorante del grado que fuera de la Universidad alcanzaba la irracionalidad nazi, fuera el siglo XIX en Alemania. El pueblo actual, sin duda, ya no es aquel con el que el Zaratustra de Nietzsche se encuentra al bajar de la montaña. Ya no se burla de los filósofos sino que, tras ocupar el mismo y por turnos la tribuna, debate en asambleas o en los bares en torno a cuál de los dogmas establecidos es superior a los demás. Ya no balbucean, sino que practican la retórica. Ya no demandan sino que negocian, ya no insultan al poder sino a los que el poder señala como enemigos nacionales, ya no aplauden al que repite "verdades" sino al que sabe cambiarlas con habilidad cada vez que se lo diga su olfato de pícaro... y acierte, demostrando que es todo un artista...; ya no sigue los dogmas que vienen de Dios con un mendrugo de apoyo, ni del amo con unas centésimas del botín, sino los dogmas mínimos capaces de "unirlos a todos"... tal vez bajo el anillo... que pueda dominarlos a todos, tal vez el que acabe fundido en las llamas en las que fue forjado.

Claro que todo ello no "garantiza" que no estalle al fin, aquí o allá, una revuelta popular contra los privilegiados, políticos+banqueros, por simplificar tal como se simplifica, que fuerce a un desborde de cierta significación y amplitud, aún difícil de caracterizar. Incluso, en el fragor y bullicio de las interacciones múltiples que se nos cruzan, podría llegar a cambiar en una medida incierta la dirección de las cosas. Podrían emerger de la frustración algunos nuevos pensadores que no logren ya acallar una "conciencia atenta" en germen. Pero, también, podría también tener lugar un día un amanecer horrible para muchos de nosotros (tal vez del estilo de los que llevan tiempo viviendo muchos en el Tercer Mundo para el sostenimiento y la continuidad de las economías del "bienestar", donde a sus poblaciones se las obliga -o no se les da otra opción- mediante el uso y abuso de la fuerza y el buen convencimiento de la corrupción; un Tercer Mundo que habría que preservar tal cual para que nos siga sosteniendo... con o sin "reformas" como las que diseñarían los "especialistas adecuados"). Un amanecer de un día en el que, quizá, nuestro "utópico (e indignado) reformista" despertase y, al salir de su tienda de acampada o de su casa, si aún la conservara, se encontrase sentado sobre un colchón frío de puntiagudas ballonetas caladas de un ejército de milicianos uniformados entre los que, aquí o allá, se podrá reconocer a un viejo amigo, a un compañero de estudios, de trabajo o de acampada, todos dispuestos a la "defensa de la Revolución" y a la consecuente... aplicación del Terror. Todos con estudios medios o profesionales y, tal vez, a diferencia de aquellos tiempos del 18 Brumario, con un Napoleón Bonaparte a la cabeza del desfile, la nariz esférica y roja, los pantalones pescador de rayas gruesas y vistosos colorines, los zapatones inconmensurables... tocando la lira o haciendo sonar un trombón.

Por eso me parece difícil que sobre las mencionadas "utopías" elementales, puedan sentarse las bases de un Nuevo Mito, similar o casi a los Grandes de otros tiempos: se reconstruyen demasiado rápido al calor de las tácticas y las oportunidades y no veo cómo pueden dar tiempo a que se solidifiquen desde su propiedad "líquida", ya que una base sólo puede serlo siendo sólida... Y no es que "pida" que se instaure "un mito"; una "conciencia atenta" que haya renunciado seriamente a pervertirse mintiéndose y mintiendo no los necesita ni para sí mismo ni para dirigir un movimiento. Eso, entiendo que es cosa de las masas, aunque no de estas sino tal vez de las que sobrevivan al colapso, que serán necesariamente otras.